La tragedia de los comunes: Impacto ambiental de la humanidad
Introducción
En esta serie hablaré sobre el impacto ambiental de la humanidad, desde su comienzo hasta la actualidad. Esta serie servirá de introducción a la categoría ecologismo dentro de El rincón de Robquim. Una vez finalizada, pasaré a escribir sobre cómo cada uno de nosotros podemos reducir nuestro impacto ambiental de manera efectiva y sin reducir nuestra calidad de vida.
El concepto de la tragedia de los comunes
La tragedia de los comunes es un dilema que fue creado originalmente en 1833 por el economista William Foster.
Para explicar la tragedia de los comunes, William Foster describió la situación de unos pastores que comparten una pradera para que su ganado paste. De pronto, un pastor decide comprar una oveja más para poder obtener más beneficios de la producción de lana y leche. Una sola oveja más no supone ningún problema, y sigue habiendo pasto suficiente para todos. Pero entonces los demás pastores deciden tener todos un animal más cada uno. Y posteriormente el ganado sigue aumentando hasta que la hierba se acaba, todo el ganado muere de hambre y los pastores con ellos.
El mensaje que quería transmitir William Foster no es que estemos condenados a sufrir las consecuencias de la codicia, sino todo lo contrario. Lo que trataba de defender con ese mensaje era la necesidad de gestionar los bienes comunes para hacer un uso responsable y equitativo de ellos. En aquel momento la Revolución Industrial estaba en pleno apogeo, con Inglaterra quemando más y más carbón de coque cada año.
La tragedia de los comunes se puede aplicar a cualquier situación en la que una determinada acción de un individuo puede proporcionarle un beneficio individual, pero perjudica al colectivo. Puede que si solo unos pocos actúan de manera egoísta las consecuencias sean mínimas o incluso nulas, pero si la actuación se mantiene y amplía los resultados pueden ser catastróficos.
Desarrollo antes de la tragedia
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, nuestros efectos sobre el planeta eran mínimos. Unos pocos cientos de millones de humanos, equipados con herramientas de mano y cuyo mayor impacto ambiental consistía en usar el fuego para calentarse, eran simplemente una especie más en armonía con el ecosistema. La naturaleza podía proveer muchos más recursos no ya de lo que pudiéramos necesitar, sino incluso de nuestra capacidad para extraerlos.
Pero poco a poco aprendimos a sacar mucho más provecho de la naturaleza. Nos expandimos por el mundo, talamos bosques, plantamos campos, criamos ganado, recolectamos minerales cada vez más profundos, y aprendimos a manufacturar productos cada vez más elaborados. Acostumbrados a que el planeta fuera un proveedor infinito de recursos, la humanidad extraía lo que quería de la forma más sencilla sin preocuparse por la eficiencia, el impacto ambiental, y ni tan siquiera sobre si esos recursos eran realmente necesarios.
La producción de jabón y la deforestación
El jabón es, hoy en día, un producto imprescindible en la higiene diaria, aunque no siempre fue así. Inicialmente se trataba de un producto costoso, reservado a los nobles. Esto se debía no solo a que se fabricaba de manera artesanal, sino al coste de los ingredientes para su fabricación. En primer lugar, son necesarios ácidos grasos, de manera que inicialmente se utilizaban grasas animales, y posteriormente se comenzó a realizar con aceites vegetales. En segundo lugar, para convertir la grasa en jabón es necesario llevar a cabo la reacción química de la saponificación.
La saponificación requiere utilizar una sustancia altamente alcalina, también denominada como base fuerte, que en su momento no era fácil de obtener. A falta de una industria química moderna, la mejor fuente era la ceniza proveniente de quemar plantas, que contiene una pequeña cantidad de hidróxido potásico. Para separar esta sustancia basta con mezclar las cenizas con agua para que la base se disuelva y filtrar la mezcla para eliminar el hollín y demás restos insolubles [1] [2]. Además, otras industrias, como la fabricación de vidrio y textiles, también requerían cada vez mayores cantidades de álcali. La demanda de jabón, a pesar de su elevado precio, no paró de aumentar, haciendo necesario quemar grandes cantidades de madera con el único propósito de producir jabón.
De este modo, aunque el uso del jabón aumentó en popularidad, pocos podían permitírselo, y comenzó a formarse una industria del jabón rudimentaria pero altamente contaminante en lugares como Marsella, deforestando las zonas aledañas. De hecho, tal fue el consumo de madera que tuvo que importarse de otras zonas menos pobladas, como América, Escandinavia y Rusia. También se emplearon plantas halófilas (aquellas que crecen en ambientes espacialmente salinos) provenientes de España, cuando se descubrió que sus cenizas contenían concentraciones mayores de carbonato potásico y carbonato sódico, también útiles para la producción de jabón. En Francia, a finales del siglo XVIII, era particularmente difícil conseguir ingredientes para producir jabón, debido a las guerras con varios países europeos [3].
El proceso Leblanc
En 1791 se inventó el proceso Leblanc, capaz de producir carbonato de sodio en lugar de extraerlo de las cenizas. No es un proceso precisamente ecológico, pero comparado con quemar cantidades enormes de árboles supuso un avance, y sobre todo permitió producir jabón más barato. En primer lugar, la sal común (cloruro sódico) se mezcla con ácido sulfúrico para obtener sulfato sódico (que posteriormente se convertiría en esencial para la producción de detergentes) y gases muy tóxicos de cloruro de hidrógeno, capaces de provocar lluvia ácida.
Posteriormente se lleva a cabo la etapa inventada por Leblanc, en que el sulfato sódico se mezcla con caliza pulverizada (carbonato cálcico) y ascuas de carbón. De ese modo, en una primera etapa el sulfato sódico reacciona con el carbón para dar lugar a sulfuro sódico y dióxido de carbono. El calor del carbón activa la reacción. Se trata de una reacción redox (de intercambio de electrones), de manera que el carbono reduce al sulfato, oxidándose a dióxido de carbono. Por su parte, el sulfato se oxida, formando el sulfuro.
A continuación, en el mismo medio de reacción y sin necesidad de intervenir, se produce una segunda reacción. El sulfuro sódico es bastante reactivo, por lo que reacciona con el carbonato cálcico para dar lugar al deseado carbonato sódico y a sulfuro de calcio. En esta reacción no hay intercambio de electrones ni nada más, simplemente se intercambian los cationes (Na+ y Ca+2) y los aniones (CO3-2 y S-2) La pasta negra que se obtiene se mezcla con agua, se filtra, y el agua se evapora para recuperar el carbonato sódico. El sulfuro de calcio, con un nauseabundo olor a huevos podridos, era lanzado al mar o enterrado bajo tierra.
Algunos pensaréis que la invención de un proceso industrial que revolucionó el mundo le proporcionaría gran fama y riqueza a Leblanc. Nada más lejos de la realidad. El duque de Orleans, el mecenas de Leblanc, fundó una rentable factoría en las afueras de París, pero tras la revolución francesa sus bienes fueron incautados, y él posteriormente fue ejecutado en la guillotina en 1793.
El gobierno revolucionario obligó a Leblanc a informarles sobre los detalles de su descubrimiento, sin ninguna compensación económica, y lo publicaron para que todo el mundo lo usara libremente. Mientras tanto, Leblanc sobrevivió realizando varios trabajos mal pagados para el gobierno.
En 1801, tras insistir en varias ocasiones, consiguió que el gobierno le cediera la fábrica del duque de Orleans, pero esta llevaba 7 años cerrada y había sido saqueada. A pesar de sus esfuerzos, Leblanc no pudo competir en el sector que él mismo había fundado y se suicidó en 1806 [3].
El proceso Solvay
En la década de 1860, el químico belga Ernest Solvay encontró una solución que mejoraba la producción de carbonato sódico. Aunque en 1811 Augustin Jean Fresnel descubrió la forma de fabricar esta sustancia burbujeando dióxido de carbono sobre una disolución de salmuera con amoniaco, este descubrimiento no fue publicado. Algunos científicos trataron de diseñar un método para aplicar este proceso a escala industrial, pero fracasaron hasta que Ernest encontró una solución.
La mayoría ya habréis tenido suficiente química con el proceso Leblanc, así que en este artículo me limitaré a decir que el proceso Solvay consume sal, caliza, calor (generalmente quemando carbón) y pequeñas cantidades de amoniaco, produciendo como subproducto cloruro cálcico, mucho menos contaminante que el sulfuro de calcio del proceso Leblanc. Tal fue (y sigue siendo) la importancia del proceso que aún hoy Solvay es una de las empresas de la industria química más importantes del mundo [4].
Conclusiones
Espero que os haya gustado este artículo, y que os haya parecido interesante la información que aporta sobre el impacto ambiental humano a lo largo de la historia. A mí me ha resultado especialmente curioso lo complicado que resultaba fabricar jabón en su momento y cómo hoy en día es un recurso increíblemente accesible. Y me ha parecido particularmente interesante conocer los procesos químicos involucrados (supongo que como consecuencia de haber estudiado química)
Espero vuestros comentarios sobre el artículo, tanto si os ha gustado como si no, y si queréis que escriba más sobre el proceso Solvay o algún otro aspecto no tenéis más que decirlo.
Sin embargo, la historia sobre la tragedia de los comunes no acaba aquí. Tengo pendiente escribir otro artículo continuación de éste, en el que hablo de otros problemas ambientales que surgieron desde el desarrollo del proceso Leblanc hasta la lucha contra el cambio climático en la actualidad. Y, después de ese, también quiero escribir una serie sobre cuál es el impacto ambiental de cada uno de nosotros y cómo disminuirlo sin perder calidad de vida.
¿Qué te ha parecido el artículo? Ayúdame a mejorar con tu feedback en los comentarios.
Bibliografía
[1] Historia del jabón ▷ Todo lo que deberías saber sobre su origen (zonajabones.com)
[2]Origen del jabón | Quién inventó el jabón y su evolución | (curiosfera-historia.com)